Actuar Con Apego a la Constitución: Un Costoso Aprendizaje Social

Editorial Brújula Electoral, Elecciones 2014

La reciente admisión de la demanda de inconstitucionalidad de la candidatura de Tony Saca, por parte de la Sala de lo Constitucional, puede ser leída desde distintas perspectivas según los intereses que estén en juego. Así, algunos analistas han puesto su mirada en las implicaciones que dicha admisión tiene para el normal desarrollo del proceso electoral. Otros han preferido fijarse en el impacto de una posible sentencia de inconstitucionalidad para la competencia entre los dos partidos mayoritarios.

Incluso hay otros que leen este asunto como una oportunidad que la Sala da al candidato de Unidad para tener una salida sin derrota en la competencia una vez que las encuestas muestran que dicho candidato lejos de subir en las preferencias ha comenzado a bajar.

Aquí vamos a fijarnos en las acusaciones que ya se están haciendo sobre la decisión de la Sala de admitir la demanda y sobre su posible sentencia de inconstitucionalidad. Lo primero que se dice es que la Sala es responsable de generar incertidumbre para el proceso electoral. Ante estas acusaciones basta decir que si resulta que hay una inconstitucionalidad en la inscripción del candidato presidencial de Unidad, el responsable sería el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y no la Sala. Es al TSE a quien habría que responsabilizar de la incertidumbre generada pues aquel debió tener más cuidado en su proceder. Unidad también tendría una cuota de responsabilidad al haber intentado inscribir un candidato que no cumplía los requisitos.

El comportamiento del TSE y de Unidad evoca una pauta de comportamiento más general en la sociedad salvadoreña. Aquella de “pasarse de listo” saltándose las reglas que regulan determinados procedimientos y recibir una aprobación de los círculos familiares, de amistades e incluso laborales por la “viveza” demostrada. Siendo así una pauta cultural de comportamiento, valorada positivamente, no resulta nada fácil salirse de ella y comportarse “contraculturalmente”. Este es justamente el asunto. El comportamiento señalado no corresponde con una pauta democrática. Es un estilo autoritario de hacer las cosas, donde se está dispuesto a sortear las reglas del juego (en este caso las disposiciones legales) para entrar en la competencia electoral.

Una democracia es un régimen político. Como tal implica un conjunto de reglas que regulan el acceso a los puestos de autoridad y el ejercicio de la misma. No cumplir cabalmente las reglas para el acceso a los puestos de autoridad desdice del carácter democrático de los actores. Y la aceptación de su incumplimiento revela lo no democrático del régimen.