Wednesday, November 27, 2013

C.S. Lewis a 50 Años de su Muerte

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Carlos Abraham Rodríguez

"Trato acá de evitar que alguien diga la cosa más desatinada que la gente a menudo dice acerca de [Jesucristo]: ‘Puedo aceptar a Jesús como un gran maestro de moral, pero no acepto su afirmación de que es Dios.’ Esto es lo único que no debemos decir. Un hombre que haya sido solamente un hombre, pero que haya dicho las cosas que dijo Jesús, no podría ser un gran maestro de moral. Sería, ya sea un lunático - al mismo nivel de un hombre que diga ser un huevo escalfado - o de lo contrario, sería el Diablo del Infierno.

Usted debe elegir. O este hombre fue, y es, el Hijo de Dios, o si no sería un loco o algo peor. Usted puede callarlo como a un tonto, usted puede escupirle y matarlo como a un demonio; o, puede caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios; pero no salgamos con ninguna tontería condescendiente acerca de que fue un gran maestro humano. Él no dejó esa opción abierta. Nunca tuvo la intención de hacerlo." C.S. Lewis, Mero Cristianismo

Me parece que muchos jóvenes conocen a Clive Staples Lewis, conocido popularmente como C.S. Lewis, por sus Crónicas de Narnia, algunas de las cuales fueron llevadas a la pantalla grande recientemente. Quizá lo conozcan, pero tengo la sospecha que en la actualidad la mayoría de los jóvenes gastan poca energía mental en indagar de dónde vienen las historias que se les presentan en el cine. No es de extrañar, si la mayoría de películas de hoy tienen guiones que no destacan por las cualidades literarias de sus escritores, sino por los efectos especiales generados por computadora.

Para los pocos que se interesaron en ir a la fuente de El León, la Bruja y el Armario (2005), El Príncipe Caspian (2008) y La Travesía del Viajero del Alba (2010), se habrán enterado que el originario de estas fantasías fue un distinguido profesor de las universidades de Oxford y Cambridge, crítico literario, aclamado autor de literatura infantil y de ciencia ficción, ateo convertido al cristianismo, ecuménico cuando aún no estaba de moda serlo, apologista cristiano. Uno entre las generaciones de hombres ingleses producto de la educación imperial de fines del siglo XIX y principios del XX, con una preparación clásica, de pensamiento preclaro y holístico, y habilidades intelectuales que poco vemos en nuestros tiempos; influenciado por los escritos de G.K. Chesterton, e inseparable amigo de J.R.R. Tolkien, Hillaire Belloc y otros; ateo declarado por la influencia intelectual de la Ilustración, pero que en su amor por la verdad y la razón llegó a abrazar como parte fundamental de su vida el cristianismo y la persona de Jesucristo.

A Lewis no le importaba lo que sus colegas de la academia pensaran acerca de sus escritos apologéticos y su posición cristiana frente a todos los retos en su vida. Ridiculizaba con su lógica incluso a los obispos liberales que querían pintar a Jesús como un “hacedor de bien”, queriendo diluir la fe. Ante todo, nunca dejó de ser “Jack” para sus amigos y tuvo la cualidad de escribir acerca de la religión de forma que lo entendiera hasta el hombre común. Para él, la comunicación de la fe debía evitar todo tipo de términos complicados y referencias intelectuales.

Su obra ha contribuido a la conversión de miles de sus lectores al cristianismo. El famoso “trilema de Lewis” – Señor, Mentiroso o Lunático – citado arriba, ha sido descrito por Peter Kreeft, profesor de filosofía de Boston College, como el más importante argumento de la apologética cristiana.

La muerte de C.S. Lewis el 22 de noviembre de 1963 pasó casi inadvertida porque el destino quiso que ese mismo día asesinaran a otro “Jack” en la ciudad de Dallas, noticia que ensombreció al globo terráqueo y, que aún cincuenta años después da para derramar mucha tinta electrónica y física.

Quizá así lo quiso también Jack Lewis, morir exactamente una semana antes de su cumpleaños número 65, sin mucha exposición mediática, porque él fue humilde y, nunca quiso negociar su pertenencia en la argolla de poder a costa de perder sus principios filosóficos y religiosos, firmemente convencido de que Jesucristo debe de reinar no solo en la vida privada de los cristianos sino que especialmente en la vida pública de los que tienen posiciones de poder e influencia.

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