Alexander Bonilla D.
Alimentar dignamente a la población mundial es tema prioritario y preocupante que demanda de análisis multidisciplinario. En esa búsqueda debe considerarse que las respuestas deben ser integrales para conseguir que se mantengan; que no afecten o impacten lo menos posible la fuente de producción y que ese impacto sea reversible.
Hay varios rubros que influyen en la profundización de la brecha entre pobres y ricos y los planteamos de acuerdo a lo que nos dedicamos. Desde el punto de vista de protección ambiental, se enfoca como Economía Ecológica y se refiere a la gestión de sostenibilidad que debemos asignar a los proyectos de modernización para que sea viable producir sustento a la población pero hacerlo por medio de actividades sostenibles.
En el mundo tenemos gente tan pobre que no consume en un día las kilocalorías básicas para subsistir adecuadamente (que debería oscilar entre 2000-3000 kilocalorías por día) llegando con dificultad al consumo de 500 kilocalorías, mientras en los países ricos o industrializados hay gente que gasta por día más de 100.000 kilocalorías en calefacción o refrigeración. Esa diferencia entre pobres y ricos, es un llamado a equilibrar la sociedad de consumo para que exista equidad y solidaridad por medio del uso racional de los recursos.
La agricultura moderna aumentó la productividad por hectárea. Somos más eficientes al utilizar más maquinaria y tecnología pero ¿seremos ahora más amigables con el ambiente y más eficientes energéticamente? ¿Acaso no tenemos otros costos asociados a esta nueva agricultura? En una relación beneficio/costo, incluidos los costos ambientales o externalidades ambientales negativas, si tomamos en cuenta el gasto energético o las kilocalorías empleadas, no creemos que obtengamos mayores beneficios
La Economía Ecológica busca señalar los conflictos existentes en la valoración económica convencional. Por ejemplo en Estados Unidos se ha demostrado (Pimentel) la decreciente eficiencia energética del cultivo de maíz a causa de la utilización enorme y creciente de petróleo o derivados usados como insumo; en ese sentido, una agricultura de milpa tiene mayor eficiencia energética.
No es que propugnemos por volver a la época de los caballos y los bueyes pero es evidente que hace falta mayor racionalidad en el consumo energético y en las actividades productivas para lograr que aumente la productividad económica pero sin disminuir la productividad energética. Esto es lo que se debe conciliar para no aniquilar el Planeta con nuestro “desarrollo”. Creemos que es posible pero implica que absolutamente todos, estemos conscientes del daño y que hagamos esfuerzos conjuntos para evitarlo. Si no es por nosotros ahora (aunque ya lo estamos sufriendo) por lo menos debería ser por un compromiso inexorable con las nuevas generaciones.
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