Elizabeth Castillo
Me distancié un poco para revisar y rumiar en solitaria privacidad mi pensamiento. La primera opción me pareció –después de pocos minutos- inaceptable por cobarde; correr despavorida ante la quimera no estaba en mi esquema. Sabrán ustedes comprenderme y ruego que así sea, porque oler el ambiente mutiló mi más osada interpretación y deseo de expresarla; eso fue, cuando menos, la frustración mental más desgarradora sufrida en los últimos días.
La primera revisión me condujo inexorablemente a marzo 2009 ¡pobre! dirán y tendrán razón, porque finqué en el pasado mis esperanzas sin considerar que las mentes, sometidas a opulencia se transforman. Recorrí con prudencia cada momento intentando encontrar las causas de tan grande desequilibrio; las respuestas coincidían apropiándose sin razón de una verdad que por inexistente limita el entendimiento crucial. Recordé después al actor que legó un cierre de espectacular importancia al finalizar sus películas y así, deslizando mis recuerdos hacia lecturas de antaño, saludé a filósofos y grandes pensadores tan certeros como distantes. Me invadió la tristeza ¡tanta verdad y tan poco aprecio!
Cuando los ojos se cierran, la realidad duerme dejando escapar modelos oníricos que por serlo, se creen inalcanzables; también existen aspiraciones que pueden verse con los ojos abiertos pero se aprecian tan ilusas que poco o nada influyen, para alimentar el mundo de las ideas. Allí queda determinado el final de mi pensamiento; así se ratifica “los sueños, sueños son” en tanto sigan haciendo viles esfuerzos para profundizar la brecha y yo, no soy jugadora de ese tablero. Parece ridículo y quizá lo sea, que la mano del hombre labre desde temprano tiempo la zanja que recibirá su mortaja.
Ojalá algún día los tri, bi y uni color se conviertan en Unicornio. Después de tanto retroceder y tímido avanzar, es imprescindible anteponer el discernimiento, ver con los ojos abiertos y volar sobre Pegaso porque justo es aspirar a salir de la inmunda fosa séptica.
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