Oswaldo Henríquez Watson
Estos políticos absurdos lograron lo que nadie pensó que sucedería, nunca el capital salvadoreño estuvo tan extranjerizado como ahora, el miedo a las expropiaciones y a ser catalogado como empresario corrupto, ha permeado hasta la fibras más recónditas de la sociedad.
La Iglesia católica ha tenido un papel preponderante en esa conceptualización y los partidos dizque comunistas o socialistas, contribuyeron tanto, que lograron vencer la avaricia natural de los empresarios locales y consiguieron que vendieran sus negocios rentables a los extranjeros, para no exponerse a que les quitaran la herencia a sus hijos como sucede ahora en Venezuela.
¿Es bueno lo que sucedió?- me pregunto.
A todas luces que no, pero la amenaza se auto-eliminó porque traía en su ADN
político económico la vacuna protectora para evitar atacar al capital foráneo y por añadidura, en este caso en particular, se convirtió en tutora del patrimonio de los nacionales, porque ahora se encuentran apadrinados por los extranjeros…
“El éxito es una cosa bastante repugnante, su falsa semejanza con el mérito engaña a los hombres”, dijo no hace mucho Víctor Hugo.
Por eso mienten los presidentes del Poder Ejecutivo y Legislativo cuando bravuconamente pretenden dictar sus propias leyes que antes criticaron con tanta vehemencia, por ejemplo cuando no exponen ante la opinión pública los nombres de los asesores legislativos; los “Del Cambio” cometen profundas faltas a la ética elemental que responde al más simple sentido común.
¿Cuál es la razón? ¿Si se están haciendo un bien al país, por qué los esconden?
¡Se presta obviamente a malos entendidos!
No hay mérito alguno el formular como Política de Estado atacar todos los sábados a los enemigos infundados del Presidente Funes.
Cabe entonces preguntarnos, si los enemigos son los empresarios a los que hay que castigar como lo dicen los del partido del cambio, entonces:
¿Existe la posibilidad de que volvamos a las expropiaciones como sucedió hace escasos 33 años, en 1980?
¿Creen usted en su sano juicio que el gobierno de izquierda y de Funes podrían expropiar a ALBA PETROLEOS, para beneficiar a los salvadoreños y valga la redundancia anti-gramatical: a las salvadoreñas? Imposible diríamos, las consecuencias serían realmente nefastas para todos.
En ese sentido la libre expresión, las libertades políticas, el Estado de Derecho, la propiedad de la mayoría de las empresas privadas o sea el 94% que son de extracción familiar y que componen el tejido social de la micro, pequeña y mediana empresas, se verían íntimamente afectadas y ya no digamos las grandes empresas nacionales, las cuales aunque se encuentran paradójicamente protegidas por las compañías extranjeras, se precipitarían en franca caída como ha sucedido en otras partes a destruir más el tejido productivo.
Entonces, la solución se presenta extremadamente fácil, sólo necesitamos un gobierno decididamente dispuesto a promover la iniciativa, la invención y la creación de nuevas empresas que generen naturalmente por su propia naturaleza social y económica: Los Empleos.
Se debe crear inmediatamente un comportamiento práctico--no más de lo mismo—sobre todo cuando se pretende eliminar a la fuente principal de empleos: la empresa privada y que según los parásitos políticos los han publicitados como los creadores de la pobreza.
Cuando los gobernantes entiendan que hay que erradicar tantas y complicadas reglas para emprender, la economía crecerá al instante.
Los países desarrollados existen porque sus reglas son claras y simples para conseguir que más empresarios vivan en la normalidad y no en la clandestinidad (empresas informales) que tanto daño les hace a ellos y a la sociedad, porque no reciben como los ciudadanos formales los beneficios de la salud social que merecen.
No se puede construir un país en paz social y en armonía si en la campaña política sale a relucir esa propaganda que permanece constante y cansina desde hace más de cincuenta años en un “todos contra todos”.
¿Cuál es la ganancia? a nadie le importa quien la tiene, parece un reality show que desborda con creces a los candidatos y para colmo tenemos un Presidente beligerante, en eterna guerra contra el mismo y todos los demás y que ha hecho de la falsedad y la manipulación una sistemática metodología, algo que no beneficia al pueblo sobre todo y por el contrario afecta más a la clase media y pobre del país.
Por supuesto que no afecta al Citibank, Banco Agrícola, Holcim, La Constancia, Tigo y Claró para enumerar algunas.
¿Dónde se encuentra la raíz de esta inclinación por elegir gobiernos indignos?
¿Será que perdimos la brújula esencial de la democracia y banalizamos el mal y le concedemos a los que elegimos la potestad de usurpar la legalidad y menospreciar a los honrados?
Me resisto y me rebelo ante esta posibilidad que trata de esclavizarnos, dándole poder a los zánganos y los abusivos.
El Presidente Funes, desde que fue juramentado maneja y practica la política, como una confrontación belicista y repartió a mansalva toda la acumulación de sus resentimientos en contra de cualquiera que represente una autoridad. Insultó el mismo día que lo juramentaron al Presidente saliente y al partido ARENA, el perdedor. Después se peleó con los de su partido los del FMLN y ha continuado creando enemigos que no existen. Dividió la sociedad y siempre pretendió ganar, nunca perdió según él y se ha convertido en infalible como un dictador sin dientes.
Voluble como pocos y en permanente confrontación por sus propias debilidades, siempre vio paja en el ojo ajeno y nunca vio la viga en el propio, jugó al juego de perder-perder, en el que siempre trató de ganar y perdió, pero a quien realmente quebrantó fue a la sociedad, retrocedimos en casi todos los indicadores económicos y sociales.
Hoy es cuando más estamos en manos de las maras, no se trata de retórica sino de algo que se siente en el ambiente cotidiano. Cuando hablamos de las maras nos referimos a los violentos y a la violencia, a los que verdaderamente usurpan el Poder y la Legalidad. Por equivocación, ignorancia o mala fe (en la que no creo), se le adjudicó a las pandillas un poder que no tienen.
Gabriela Pousa dice:
“Vivir en un estado de indefensión acarrea costos elevados en exceso, porque se pierde la calidad de vida y aún más la calidad de muerte”
Continuará…
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