La Columna del Domingo
Netorivas
Hace un par de años tuve la oportunidad de platicar con tres adelantadas estudiantes de último año de ciencias políticas de una universidad local, que estaban trabajando en su tesis de graduación. Ellas buscaban mi opinión –al igual que la de otros columnistas, colaboradores de periódicos nacionales, y blogueros- sobre si nuestras publicaciones influyen en forma alguna en los políticos y su entorno.
Les respondí que sí, o que, por lo menos, eso era lo que pretendíamos al escribir.
En nuestras columnas de opinión editorial y los blogs buscamos ejercer alguna influencia en los políticos y, a la vez, en el gobierno, sobre asuntos de la nación. Esto es mucho más notorio en los países industrializados, donde los editoriales y las columnas de opinión son citados con frecuencia por los legisladores durante debates en sus congresos, por los ministros en sus declaraciones y aun por jueces en sus resoluciones.
En nuestro medio, el Presidente Funes, en su programa semanal de radio, se ha referido a columnistas y blogueros por sus nombres, con frecuencia peyorativamente, reconociendo, tácitamente, su influencia.
Un periódico es dueño absoluto de su editorial. Así debe de ser. Pero, sus páginas editoriales son foro de opinión pública; una plaza, donde, como en Roma, se tratan los asuntos públicos y donde el pretor –el lector en el caso de los medios escritos- celebra los juicios; un sitio en que los tribunales oyen y determinan las causas. Por consecuencia, deben estar abiertas a las opiniones de sus columnistas y colaboradores para discutir asuntos de interés actual, aun si éstos no siempre coincidan con la opinión editorial del medio anfitrión.
Otra cosa es que los políticos escuchen, o, cuando menos, las lean.
Tenemos, sin embargo, que lamentar, que por lo reducido de nuestro medioambiente intelectual, haya, en nuestros medios, varios columnistas que están a sueldo de intereses políticos. Ellos han perdido toda credibilidad. Ni hablar de los blogs, que en épocas como la actual, florecen como voceros de partidos o candidatos, pretendiendo influir en el ánimo político de los lectores, los eventuales electores.
No hay cosa peor que un columnista o un blog que responda a intereses políticos determinados a cambio de una compensación económica. Ellos desfiguran completamente el propósito de la opinión editorial.
Estamos en medio de una campaña electoral, y los blogueros y columnistas de toda persuasión política consideramos nuestro derecho opinar sobre lo que ocurre y sobre lo que debería ocurrir, con el claro propósito de influir en el votante, pero más importante, en el candidato o, mejor aún, en su partido. Creemos que opinar es nuestra obligación, aunque nuestra opinión destape peripecias políticas que son interpretadas por los responsables como críticas adversas a los métodos y propósitos de sus candidatos y prodiguen improperios contra los autores.
En el caso de los blogs, y más particularmente en el que yo habito desde hace más de siete años, los lectores han encontrado un espacio donde expresar sus opiniones libremente. Y lo hacen con frecuencia, en la seguridad que muchos los leerán, aunque no compartan las opiniones vertidas. Pero eso es lo bueno, porque tienen ellos también la oportunidad de manifestar libremente su desacuerdo, con la esperanza de formar opinión.
Nuestras columnas y nuestros blogs, (por lo menos el mío) no son noticia, son opinión; y existe una gran diferencia entre opinión y noticia. Considerémoslo así: las noticias sobre la campaña política te dicen cómo andan las cosas, las publicaciones de opinión te dicen cómo deberían de andar, o cómo nosotros creemos que debería de andar. En otras palabras, tratamos de interactuar con nuestros lectores con el propósito de generar un consenso que permita una mejor coordinación de los escenarios sociales complejos como son los generados por un proceso electoral.
Desde hace poco, DIARIO EL MUNDO, ha abierto sus páginas a mis notas, que publico, no tanto para formar opinión, sino para desahogarme de la frustración que causa el desempeño de nuestros funcionarios públicos.
Finalmente, me dirijo a los candidatos presidenciales que hoy están en contienda, para expresarles mis mejores deseos de que en la lucha electoral alguien los ilumine y decidan que sus campañas serán ordenadas y de altura, sin ofender a los rivales y más bien centradas en los grandes temas de nación que nos preocupan.
San Salvador, domingo 9 de noviembre, 2013
0 comments:
Post a Comment