Editorial Brújula Electoral 2014
Una de las quejas más frecuentes que se escucha por parte de los analistas de los mensajes de los candidatos, para las elecciones de 2014, es su carencia de propuestas realistas. Se insiste en que las campañas son superficiales, basadas en conceptos abstractos y que no tocan los puntos que debieran tratarse seriamente.
Estos analistas exigen a los candidatos y partidos una campaña más propositiva, más responsable, que ofrezca criterios para una elección bien informada. Finalmente, hay quienes se atreven a decir que esta campaña es la más vacía y peor de todas las campañas electorales desde 1994.
Los días pasan y los directores de campaña de los partidos contendientes no parecen tomar en cuenta los reclamos de los analistas. ¿Es que no les importa? ¿no habría que pensar que quizá son los analistas los que esperan algo para lo cual las campañas electorales no están?
En el llamado marketing electoral, las campañas se organizan más sobre el principio de eficacia. Los candidatos y partidos buscan ganar las elecciones y para ello necesitan obtener la mayor cantidad de votos posibles o, por lo menos, los votos que exige la fórmula electoral. En el caso de las elecciones presidenciales salvadoreñas: la mitad más uno de los votos válidos, si se quiere ganar en una primera vuelta. Si ninguno de los contendientes logra esa cantidad de votos válidos, será necesario realizar una segunda vuelta la cual se decide entre los dos partidos más votados. El triunfo será para el que obtenga más votos en esta segunda ronda.
¿Deben los partidos decir la verdad para obtener más votos y ganar las elecciones? La experiencia histórica en diversos países indica que no es necesario. La verdad no es garantía para ganar elecciones. Lo más frecuente para ello es que no importe la verdad sino que los mensajes que se transmiten parezcan creíbles, que generen confianza en el propio candidato o partido y que produzcan rechazo a toda otra alternativa.
Para el partido en el gobierno decir la verdad puede costarle las elecciones. La oposición podría ser beneficiada por un mea culpa del gobierno. ¿Entonces debería ser la oposición la portadora de la verdad? Si la verdad favoreciera al gobierno, no resultaría probable que la oposición le reconociera al gobierno su gestión. Lo más probable es que la oposición calle y dirija su mensaje en otra dirección: desprestigiar al gobierno a toda costa para hacerse del favor de los electores y lograr la alternancia. Así las cosas, gobierno y oposición se interesarán más por ganar adeptos (por la eficacia) que por defender y promover la verdad. Será el electorado quien decida si la verdad se convierte en criterio de su decisión.
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