Monday, November 11, 2013

Cenáculo Salvadoreño Universal. Capítulo XXIII-Final

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El Reino De Los Cielos Por Oachedoblevé

Oswaldo Henriquez Watson

Es muy difícil agregar algo más a lo dicho por estos varones salvadoreños universales. Varias personas me han reclamado por exponer las leyes generales sin dar alguna solución al problema.

Nunca se dieron cuenta que desde el principio, en el medio y al final de este ensayo, se encuentra plasmada repetidamente y hasta el cansancio la medida exacta para vivir bien en el reino de los cielos, sobre todo en este camino tan corto de la vida que siempre está proyectada hacia la muerte.

En la parábola de las Bodas de Caná, Jesús transformó el agua en vino...

Jesús dijo: “Felices los que tienen el espíritu del pobre porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Llenó con agua las vasijas de piedra y después las convirtió en vino.

Su significado cuántico o Koan zenista budista, indica que las vasijas de piedra son nuestros cuerpos mentalizados y petrificados en creencias absurdas.

A esas piedras se les vierte el agua fluida del conocimiento, del mundo de abajo que enseña a los que quieren ver y escuchar que hay que aprender a desaprender, para que puedan estar preparados para recibir el vino o sea la verdad de la trascendencia, de la comprensión.

Nicolls nos dice: “Cristo enseñó esta particular forma de Verdad. En el Sermón de la Montana habló abiertamente acerca de algunos de sus aspectos. Sin embargo, los más profundos de ellos los ocultó tras las pa­rábolas.”

La Verdad que puede llevarle a uno a un nivel más elevado de la propia evolución, no surge de la vida misma sino que llega al mundo por medio de quie­nes ya la han alcanzado. Son muchos los hombres que lo han hecho. En la historia corriente sólo figura un puñado de ellos.

El hombre debe de comenzar a actuar desde el Bien y no desde la Verdad, y así se convertirá en un Nuevo Hombre.

Son muchas las cosas que los Evangelios y los trascendidos dicen acerca de este silencio interior para morir espiritualmente; del cual habla tanto Vita Avilés.

Es preciso que haya silencio en uno mismo para que surja el cambio: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha” (Mat. VI, 3). Y es que nadie podrá sobre­ponerse a la autoridad de lo terrenal si reacciona violentamente contra ella.

El lenguaje parabólico se parece mucho por analogía al el mundo electrónico de la comunicación, se presenta como una banda ancha psicológica de amplio espectro, que puede ser comprendida y escuchada por cualquiera de acuerdo a su nivel de ser y aunque no hable el mismo lenguaje verbal, lo entiende, porque la parábola representa algo visual.

El continuo drama de la vida humana consiste en la destrucción de la Verdad psicológica por la Verdad literal, dice Nicolls.

Yo no sé cómo se aprende lo que se aprende, dijo una escritora argentina de la cual no me acuerdo su nombre; lo cierto continuó, es que a diferencia de las historias de niños muertos, asesinos seriales, mujeres violadas y padres enamorados de sus hijos, los temas amables en la prensa no consiguen premios.

La foto ganadora será siempre el país bombardeado de turno o las imbecilidades del presidente Maduro que repartió penes en lugar de peces o panes.

Es probable, entonces, que la crónica latinoamericana no esté contando la realidad completa, sino que narra el mismo lado del costado, convertido siempre en una tragedia.

Y si no hay ahí una mentira, probablemente existe una omisión.

Hui-Neng establece que nos aferramos con tanta firmeza a las palabras que nos limitamos. En el gran camino de la vida no existe absolutamente algo como ignorancia, santidad y sabiduría; por tanto, no hay, diría ahora, si estuviera vivo, algo necesario para salvarnos.

No existe el pecado moralmente hablando, no hay arrepentimientos, ni confesiones, no hay absolutamente nada que salvar.

No hay un alma a la cual hay que mantenerla limpia del pecado, para que siempre resplandezca a los ojos de Dios.

Según Hui- Neng, en el Universo no hay nada escondido, el secreto está en uno mismo, no hay que salir a buscarlo.

Por tanto en el zen del reino de los cielos, no hay necesidad de ser pobre o rico porque no hay algo que ganar, ni algo que perder.

No hay que entender nada, no hay recompensas ni metas por alcanzar, de nada nos sirve estar con las piernas cruzadas y practicar el Dhyana, rezar el rosario, hacer penitencias y consagrarte a la virtud, porque no alcanzarás nada de nada. Es como hablar de comida todo el tiempo y por más que hablemos nos quedamos siempre con hambre.

En otras palabras, nadie te puede perdonar tus pecados para salvarte.

Estamos solos en un universo único y total; el mundo no necesita ser salvado, es como es.

La creencia tiene un inevitable aspecto separatista.

El servicio a Dios es la libertad perfecta.

Si amáis podéis hacer lo que os plazca.

La libertad auténtica es “la libertad interior de la realidad creadora”.

No es una dádiva; ha de ser descubierta y convertirla en una vivencia.

No es una adquisición que habéis de retener para glorificaros a vosotros.

Es un estado del ser como el silencio, en el que no hay devenir, en el que hay

plenitud.

La verdad no puede dártela nadie, tú tienes que descubrirla.

Es decir, si citáis la Biblia, o Marx, o la Bhagavad Gita, vuestra repetición se convierte en una mentira porque vosotros mismos estáis inciertos, confusos.

Nadie ha logrado erradicar la ignorancia y el sufrimiento, son parte del inagotable caudal del universo vivo.

“Cuando vuelves a narrar la historia de tu dolor, no hay recuperación.

¿En dónde está el cierre? (...) Sólo se encuentra reafirmando el dolor que se ha integrado; entonces el dolor se vuelve tu identidad.

El dolor psicológico, no es libertad, es la prisión".

¿Quién te hizo esclavo mental? ¿Por qué aceptaste la esclavitud de las ideas?

¡Si tú lo decidiste, tú puedes liberarte y nadie más lo hará!

¡Nadie puede respirar, comer, ver, procrear, hacer tus necesidades fisiológicas y pensar por ti!

¡NADIE!

Hay que recordar, que todo en la vida contiene un patrón, que siempre se cumple, lo que tiene un principio, tiene un final.

En “El Libro del Predicador” conocido como Eclesiastés, la sabiduría brota a flor de piel, así como nace el agua en los manantiales: cristalina y pura.

“Hay tiempo de nacer y tiempo de morir.”

“Todos van al mismo lugar; todos han salido del mismo polvo, y al polvo vuelven todos.”

La historia es implacable y repetitiva, lo que pasa es que se presenta en forma más elocuente, cuando la sufren los aparentemente inmortales y poderosos dictadores.

Todos los mandones creen que sus ideales y principios, perduraran por toda la eternidad.

Y a diferencia de lo que dice el Eclesiastés y que nos iguala: todos somos polvo; Nagarjuna cuando se refiere a los ideales, nos dice que son vacíos y que retornan al vacío universal.

De nuestro pasado se nutre el presente y del presente se nutre el futuro.

¿Qué es más grande que el bien? El amor, mi pequeño saltamonte.

Eres libre para vivir como esclavo, odiando y envidiando los talentos que no tienes, condenando al Imperio por tus desgracias, esa es la maldita libertad a la cual estamos condenados todos, dijo Sartre.

Pero lo que no advirtió Sartre, fue lo que dijo Jesucristo, en el Sermón del Monte, la libertad tiene sus ventajas, porque:

¡Si tú te salvas, el mundo está salvado!

FIN

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