Netorivas
Leí con gran consternación el largo artículo publicado ayer en DLP, sobre el trato inhumano que una comunicadora de un organismo del gobierno recibió de parte de un agente de la PNC, el número ONI 16-468 y apodado “Escándalo”.
Tratándose de un relato hecho por la propia afectada, uno no puede menos que preguntarse si todo lo relatado realmente ocurrió, o si, como consecuencia del trato sufrido, la afectada altero los hechos.
Pero hay evidencias que no pueden exagerarse, como el golpe que sufrió la joven en el párpado del ojo, que le causó una herida que requirió tres puntadas. Según ella, “el Escándalo” le pegó con su macana en la frente, al punto que rompió del golpe su ceja derecha y comenzó a sangrar.
Que la policía use lenguaje soez no es de extrañar, pero si cuando la joven les dijo que estaban cometiendo un abuso de poder e incluso los cuestionó que si así trataban a las mujeres tomando en cuenta que existe una ley contra la no violencia de la mujer, a ellos (los agentes) les daba risa y la respuesta que recibí del “Escándalo” fue “aquí no hay leyes vieja c...”.
En la delegación de la policía le dijeron a la joven que ella “había provocado al policía para que le pegara”. ¿Qué le habrá dicho para que el agente reaccionara y la golpeara de la forma brutal que lo hizo? ¿Un policía uniformado, en servicio, golpeando a una mujer? ¿Es ese un procedimiento rutinario en la PNC?
En otro procedimiento totalmente irregular, la policía redactó un acta –en realidad, una confesión- en la cual, según sus palabras, “yo aceptaba que había sido capturada por el delito de conducción temeraria. Por supuesto no la firmé y además el documento tenía en blanco la parte donde se detallaba el tipo de auto que supuestamente manejaba”.
Además, según ella, “El documento decía que yo tenía los ojos perdidos por el estado de ebriedad en que había sido arrestada; sin embargo, yo no había tomado ni una gota de alcohol”.
El acta tenía dos páginas, pero el oficial solo quería que la joven leyera solamente una de ellas, y agrega, “abonado que el lugar estaba oscuro y no me entregaban el documento y solo me lo enseñaban de “lejitos”.
El acta fue cambiada un poco y más tarde, dice ella, “Otra vez me llamaron a firmar el acta y uno de los policías me dijo “vieja cerota firma de una vez” y me mostraron nuevamente el documento y éste había sido modificado, pero tampoco lo firmé”.
Fue solamente gracias a la intervención de la FGR que la joven fue puesta en libertad por la tarde del día siguiente.
Pero después cuando acudió a la Fiscalía en busca de asistencia, no logró recibir ninguna atención y dice que se sintió revictimizada y desamparada institucionalmente, por lo que llamó a Irma Guirola de Cemujer quien me ofreció inmediatamente ayuda psicológica y afirmó que me apoyaría en el caso contra el agente policial.
Finalmente la joven informó a la institución de gobierno donde trabaja y ellos le dijeron que tomarían su caso y así lo hicieron. Ya con el apoyo institucional le recibieron la denuncia en la Fiscalía y pudo demandar al “Escándalo” por el abuso cometido y por las lesiones.
“Por lo menos hay tres delitos: Lesiones graves, detención ilegal y privación de la libertad”, dice la joven que le informaron en la Fiscalía.
El caso es grave y como tal, el director de la PNC, el ministro de Seguridad y el Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos tienen que intervenir, no solo para deducir responsabilidades, sino también para evitar que casos como el relatado vuelvan a ocurrir.
La joven sufrió física y sicológicamente, pero la PNC sufre un duro golpe institucional sumamente serio por la conducta intolerable de uno de sus agentes.
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