Juan Héctor Vidal
En nuestra columna “Trampas y equívocos de las campañas” (LPG 15/7/13) nos referimos a los logros casi idénticos, que tanto CAPRES como el FMLN reivindicaban como propios, por cierto en momentos en que legalmente no se podía hacer proselitismo. En su momento, esto llamó mucho la atención porque cuando menos los mensajes obviaban la diferencia que debe existir entre el gobierno (central) cuya misión es servir a todos, privilegio que no puede abrogarse el partido.
Conforme ha avanzado la campaña, esta aparente dicotomía se ha tornado más interesante, a partir de de la insinuación de voceros del partido que ellos están en su pleno derecho de reivindicar como propios los logros de la presente administración porque fue el FMLN el que llevó a don Mauricio al gobierno, aunque muchos piensan que fue al revés.
Pero los señores del Frente han ido más allá, al asegurar que su campaña no está siendo financiada por Alba Petróleos, que desde su primera incursión en el mercado de hidrocarburos, empezó a cobijarse en el “capitalismo salvaje” que tanto repudian. Esto equivale a exculpar de los amaños en el fútbol mayor atribuidos a un grupo de malos salvadoreños, para achacárselos a los niños cantores de Viena. Esto se llama cinismo y desfachatez. Infortunadamente, para estos males, no parecen haber antídotos legales, porque si bien el TSE amenaza con multas a los que injurien a otros candidatos, no están tipificados en nuestra legislación como delitos, las acciones impúdicas que ofenden la inteligencia.
Si no es campaña políticas destacar el desarrollo de obras principalmente en el campo social, deliberadamente para manipular a los más pobres –algo que también Alba Petróleos empezó a hacer con varios meses de anticipación al banderillazo de salida que dio el TSE– también son injustas –y no preceden– las sanciones impuestas a quienes vendieron la bandera azul y blanco del país, por unos papeles verdes.
Obviamente, los recursos involucrados en la “sutil” propaganda de Alba Petróleos, aparte de suponer cifras millonarias, han debido aderezarse con mensajes truculentos que podrían convertirse en una trampa de la cual el partido podría convertirse en la víctima principal, especialmente a partir de las denuncias más sustentadas que la ANEP interpuso la semana pasada ante la Fiscalía General de la República. Pasamos por alto, la ligereza de acudir a un aburrido presentador –supuestamente extranjero– para diseminar en todas direcciones supuestos logros que, en cualquier caso, solo han podido alcanzarse sometiéndose a las directrices provenientes de un gobierno extranjero, en momentos en que muchos se rasgan las vestiduras por aquello de la soberanía nacional en torno a la Isla Conejo.
Pero vamos más allá. Los subterfugios publicitarios -que no pasan del intento de captar la simpatía de los ingenuos-, machacan y machacan el enorme papel que ha jugado el consorcio para cambiar en un plazo corto, la estructura social y económica del país, dejando la impresión de que en muchos casos, sus emprendimientos han llenado el vacío que ha dejado el gobierno en atender necesidades básicas de la población más vulnerable. Hoy, con la Fundación ALBA, podrán hacer más ruido, ridiculizar más al gobierno y al mismo tiempo evadir impuestos.
No se le puede negar al FMLN su audacia al intentar vendernos la idea de que con los éxitos que reivindica su brazo financiero, El Salvador tiene garantizado un futuro glorioso, signado por la prosperidad, donde no existirán pobres, desempleados, niños desnutridos, mujeres abandonadas, índices de delincuencia pavorosos como los actuales. Al conjugar todo esto, tratarán también de persuadirnos de que el sueño americano siempre fue un mito y que las oportunidades siguen estando acá, a despecho de la alegría que los embarga cuando aumentan las remesas, que, como ha trascendido, se alimentan en buena medida de dineros de dudosa procedencia. Y más que eso, seremos todos iguales viviendo en Utopía, la isla que idealizó Tomás Moro. Para empezar a transitar por la ruta que nos llevará a ese ideal de sociedad, pueden seguir el ejemplo del cada vez más impredecible y despistado gobernante venezolano, creando el Ministerio de la Felicidad, ojalá al estilo guanaco.
En todo caso, por el financiamiento disfrazado de la presente campaña, no debemos preocuparnos. Ya en la edición de hace diez años, se comentaba que uno de los contendientes se dio una vueltecita por el país que nos quiere arrebatar la Isla Conejo y en un santiamén, sus amigos le reunieron al menos US$ 5.0 millones, aunque esta cifra, comparada con el costo –incluyendo la ofensa a la inteligencia- de la promoción de Alba Petróleos, resulta una bicoca.
P.D. El amigo Félix Ulloa me envió parte de una publicación realizada por él, que en la parte pertinente dice: “Una de las formas más inequitativas que se presenta generalmente en todos los torneos electorales, es el uso de los programas, recursos y bienes del Estado por parte de los candidatos a la reelección o de los partidos gobernantes”. En la misma hace mención al caso mexicano, cuando desde el 2006, el gobierno federal respaldó la iniciativa del PNUD de excluir de la propagada electoral, toda referencia a los programas de corte social.
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