Netorivas
Da pena escribir sobre lo ridículo que está ocurriendo alrededor de la diminuta isla Conejo, que, como me decía un funcionario de la CEPA, se podría construir una más grande con el sedimento que se va a dragar del canal de acceso al Puerto de la Unión.
Fueron infortunadas las declaraciones del ministro de Defensa, David Munguía Payés, que, con el afán de fortalecer el inexistente poderío militar salvadoreño, dijo que la fuerza aérea hondureña, acabaría con buena parte de la infraestructura nacional, incluyendo el Puerto de La Unión.
Pero más infortunadas han sido las reacciones guerreristas, muchas anónimas, otras de sesudos analistas políticos, todas atizando el fuego, con el macabro fin de provocar un nuevo conflicto fraterno.
Y es deplorable también que el ejército y la fuerza naval hondureña hayan tendido un cerco en y alrededor del islote de marras, mientras el presidente hondureño redobla sus tambores y dice que nada tiene que hablar con el presidente salvadoreños, porque no cabe discusión sobre a quién pertenece la islita.
El Presidente Lobo, dijo el viernes, que los reclamos del islote del Golfo de Fonseca, buscan justificar la compra de aviones en El Salvador y que el presidente Mauricio Funes busca recuperar su popularidad.
El Presidente Funes, mientras tanto, con muy buen criterio no responde a las trompetas hondureñas con el mismo son, sino que insiste en que el problema debe solucionarse diplomáticamente, en la Corte Internacional de la Haya, de donde comenzó.Pero lo bueno que el presidente hace con la mano derecha, lo deshace con la izquierda al manifestar su apoyo a las declaraciones de su ministro de Defensa.
El Salvador está viviendo una de las peores crisis económicas en su historia y pensar que vamos a tener que invertir en comprar aviones y armamento de guerra es la idea más descabellada que puede surgir en estos momentos.
Yo estaría de acuerdo que hubiese una guerra entre los dos países, con la condición de que antes de disparar la primera bala, ambos, El Salvador y Honduras, firmaran un convenio con el secretario general de la ONU de testigo, que el país ganador absorbería al país perdedor, constituiría uno solo y de inmediato invitaría a Guatemala y Nicaragua a unírsele. (Es broma, por supuesto, un sueño imposible).
Lo de la isla de marras es cuento viejo al que los hondureños recurren por razones políticas, cuando lo consideran necesario e, invariablemente, cada vez que va a haber elecciones hacen surgir el nacionalismo y la agarran contra El Salvador.
En estas condiciones de hoy, no es la excepción, pero la situación tiene un entorno muy diferente. Honduras no estuvo de acuerdo con que El Salvador construyera el Puerto de La Unión y lo dijo en su momento.
Por otro lado, hay sectores en Honduras que insisten en la construcción de un puerto en Amapala, a la entrada del Golfo. En consecuencia, cualquier hecho que complique la concesión del Puerto de La Unión, para Honduras es bien visto.
CEPA tiene actualmente cuatro empresas mundiales que están en proceso de calificación y es natural que si lo que se les presenta en el Golfo de Fonseca es un ambiente guerrerista, las empresas pensarían dos veces antes de decidir operar nuestro puerto.
El discurso de El Salvador tiene que ser tomado de la Declaración de Managua de 2007, que el golfo es una zona sostenible de paz y seguridad en su desarrollo. El Salvador no debe caer en esas pretensiones guerreristas.
Los medios, incluyendo el nuestro, debemos bajar la tensión y no hablar o escribir más sobre el tema, sobre todo hoy que CEPA está a punto de concesionar La Unión. Lo mismo hay que decir de los partidos políticos y sus candidatos.
Ese síndrome belicoso está afectando proyectos más realistas como el corredor logístico entre La Unión y Puerto Cortés en Honduras. Pero el problema es que al concesionar La Unión, se echaría al suelo el macro proyecto de Honduras de un puerto en Amapala y un ferrocarril interoceánico, que es apoyado por sectores interesados en el vecino país.
San Salvador, domingo 27 de octubre, 2013
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