Las Protestas Nuestras de Cada Día

Netorivas

A diario estamos viendo en San Salvador organizaciones o grupos de vecinos que salen a las calles para protestar. Ese es su derecho. Pero los ciudadanos tenemos derecho al libre tránsito y esas protestas, exacerbadas hoy por los trabajos de infraestructura vial en varios sitios del gran San Salvador, han convertido la ciudad en un centro de caos con los consecuentes costos que representan la pérdida de tiempo, el deterioro de los vehículos, el desperdicio de combustibles y, sobre todo, la injuria y sus consecuencia que eso causa a la población. (Foto DEM)

Las autoridades respetan el derecho de los ciudadanos de manifestarse en las calles, pero no respetan nuestro derecho al libre tránsito y nos obligan a sufrir las penurias mencionadas, agravadas por la frecuencia que estas manifestaciones están ocurriendo.

Esto no quiere decir que las protestas evidencien el fracaso gubernamental, pero las exigencias de aumentos de salarios en tiempos de crisis son claras demostraciones de la precaria condición económica en la que viven la mayoría de los salvadoreños.

Las protestas sirven como recordatorio de que la sociedad salvadoreña cambió de manera dramática en los últimos años. El énfasis en lo social que el gobierno actual ha inyectado en su política, ha producido nuevas generaciones y creado mayores expectativas que las que nunca tuvo la sociedad salvadoreña. La transformación de hecho ocurrió tan rápido que para el gobierno ha sido difícil seguirles el paso y mejorar la calidad de vida para satisfacer las demandas de esta nueva sociedad.

La sociedad salvadoreña observa de cerca el fenómeno que se está dando en países de Sur América, sobre todo, Brasil, Chile, Perú, Argentina, países infinitamente más grandes que el nuestro y eso hace que en el mundo interconectado de hoy, es probable que las expectativas de los salvadoreños sigan aumentando.

Este y los próximos gobiernos deberán volverse cada vez más eficientes para satisfacer las exigencias de la gente. Más que el precio inevitable de la crisis que vivimos, las protestas cotidianas representan el precio de una agenda incompleta, agravada por la escases que nos agobia.